miércoles, 15 de junio de 2011

El Arca del Pacto




Cuando veáis el arca del pacto del Señor vuestro Dios,
y los levitas sacerdotes que la llevan,
vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella…
Pero entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos.
Josué 3:3-4.

  El arca del pacto, el precioso objeto del santuario de Dios que los israelitas transportaban con ellos en su travesía por el desierto, es una hermosa figura del Señor Jesús. Estaba hecha de madera de acacia y cubierta de oro puro. Esto nos habla de la verdadera humanidad de nuestro Señor y de su deidad, ambas en una persona.

       Cuando el pueblo estuvo a punto de atravesar el Jordán para entrar en la tierra prometida, el arca debió ir sola delante del pueblo casi un kilómetro. El Jordán es una figura de la muerte por la que pasó nuestro Salvador. En la obra que cumplió en la cruz y en la muerte que padeció estuvo solo. Únicamente él podía cumplir esa obra y obtener la victoria sobre el pecado y el diablo. Como creyentes, en virtud de su obra de salvación, no sólo somos salvos, sino que participamos de su victoria y participaremos de la resurrección.

       Pero aún vivimos en esta tierra y nos hallamos en un ambiente enemigo de Dios. Como Israel en otros tiempos, no podemos evitar la lucha por la fe. Cuando Israel tuvo que acercarse a Jericó, el arca del pacto debió ser llevada en medio del pueblo. Así ocurre con nosotros. El Señor Jesús está y camina con nosotros y es la fuente de nuestra fuerza en la lucha. Él habita en medio de su pueblo. ¿No es esto una gran ayuda para nosotros y un consuelo en tiempos difíciles?        Amigo lector, no espere estar ante el Juez para ponerse en regla con él. Aún hoy él quiere ser su Salvador.

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