lunes, 25 de julio de 2011

Perdonar lo Imperdonable




Sed benignos… perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Efesios 4:32.

De la manera que Cristo os perdonó,
así también hacedlo vosotros.

Colosenses 3:13.

 Sucedió en Grenoble (Francia), en un barrio pobre. Como empleado de un servicio social, yo llevaba las comidas a personas ancianas. Cierto día mi lista incluyó un nuevo nombre: Lucía F. La primera persona a quien hablé de ella me miró sorprendida y exclamó: Ah, ¡pues es la santa! Otra me lo confirmó y precisó: –Ella perdonó a su yerno.

       Por fin llegué a la casa de la señora Lucía. Hallé una señora digna y reservada, un poco tímida, con una sonrisa bondadosa. Intercambiamos unas palabras pero me volví sin saber nada más. Pero como tenía que volver cada día, poco a poco nos fuimos tomando confianza. Finalmente ella me habló del drama de su vida: ¡su yerno fue culpable del asesinato de su hija! Sin embargo ella lo perdonó, primero en su corazón y luego públicamente ante el tribunal. Pidió gracia para él. Esto se supo y en el barrio le dieron el apodo de «la santa».

       ¿Dónde había hallado la fuerza para perdonar? Se necesitaron varios meses de contacto diario para esclarecer el misterio. En una oportunidad, en Año Nuevo, le di un calendario bíblico. Entonces ella me explicó con emoción que era cristiana. Hacía años que leía la Biblia, pero como si estuviese aún prohibido, la leía a escondidas, de noche, con una pequeña lámpara. Este era, pues, su secreto: conocía a Jesucristo, quien dio su vida por ella y a través de quien Dios la perdonó y le dio la fuerza para perdonar lo que parecía imperdonable

Comprender al Pobre



Una pequeña ciudad… y viene contra ella un gran rey…
y se halla en ella un hombre pobre, sabio,
el cual libra a la ciudad con su sabiduría.
Eclesiastés 9:14-15.

Bienaventurado el que piensa en el pobre
(según otra versión: el que comprende).
Salmo 41:1.
   Como una parábola, la historia del hombre pobre y sabio nos hace pensar en Jesús, quien por amor a nosotros se hizo pobre, siendo rico, para que con su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos (2 Corintios 8:9). Él vino a este mundo para traer “buenas nuevas a los pobres… libertad a los cautivos” (Lucas 4:18). Los seres humanos son prisioneros de Satanás y deben ser liberados por Cristo. El hombre esclavo necesita ser rescatado, y Jesucristo pagó un inmenso rescate, al precio de su vida.

       Comprender al pobre es primeramente discernir que Jesucristo es el gran Liberador, quien dejó la gloria del cielo y vino a este mundo a vivir en la pobreza para liberar a los que eran prisioneros del poder del pecado.

       Comprender al pobre es recordar lo que Jesús hizo en la cruz. El hombre pobre y sabio también fue el “varón de dolores” (Isaías 53:3). Él se ofreció para abolir el pecado mediante su sacrificio.

       Comprender al pobre es saber que Jesús triunfó mediante su muerte y destruyó al que tenía el imperio sobre la muerte, es decir, al diablo (Hebreos 2:14-15). Su resurrección atestigua su victoria; es la base de nuestra fe. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).