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Cristo… murió por los impíos.
Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros.
Romanos 5:6, 8.
Fabián estaba leyendo el relato de la muerte de Cristo en los evangelios. –Esa no es una lectura para ti, le dijo su padre, son cuentos. –Papá, aquí se habla de alguien que fue azotado y clavado en una cruz. ¿No es verdadera esta historia? ¿Era malo este hombre? –No te preocupes por eso, dame ese libro y deja de preguntar. ¡Vete a jugar afuera!
El chico quedó profundamente impresionado por la lectura; y el padre se sentía molesto, pues aunque conocía el Evangelio, vivía alejado de Dios. Algunos días después Fabián tuvo una fuerte fiebre, y en su delirio repetía: –¿Por qué lo mataron? El padre explicó a su médico, quien estaba intrigado, que era una historia que él había leído antes de caer enfermo.
Durante la noche, mientras cuidaba a su hijo, el hombre pensaba en la mentira que le había dicho al afirmar que el Evangelio era un cuento. Cada vez se sentía más culpable de haberse olvidado de Dios. Se veía tal como era, un hombre superficial, pecador ante Dios…
Cuando el niño abrió los ojos, el padre le dijo suavemente: –Sabes, Fabián, la historia que leíste el otro día es verdadera. –¿Quién es, papá?, preguntó el niño. –Es Jesucristo, el Hijo de Dios. –¿Por qué lo mataron? El padre, emocionado, abrazó a su hijo y le dijo: –Él murió por ti y por mí, para salvarnos y prepararnos un lugar en el cielo. Y entonces le contó la hermosa y verdadera historia del Señor Jesús.