lunes, 8 de agosto de 2011

Interpelaciones




Qué pensáis del Cristo?Mateo 22:42.

Jesús… les dijo: ¿Qué buscáis?
Juan 1:38.
 “¿Dónde estás tú?” “¿Qué es lo que has hecho?”, dijo Dios a Adán luego de que éste desobedeciera (Génesis 3:9, 13). La respuesta es típica de una mala conciencia: “Tuve miedo... y me escondí”, porque había pecado contra Dios. “¿De dónde vienes tú, y a dónde vas?”, preguntó Dios a Agar, quien huía de delante de Sarai, su ama (Génesis 16:8). Como esta joven mujer, toda persona alejada de Dios está en una situación desesperada, y Dios lo sabe.

       “¿Quién decís que soy yo? ”, preguntó Jesús. Pedro, uno de los discípulos, respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:15-16). De nuestra respuesta y estima por Jesucristo dependerá nuestra vida terrenal y nuestro destino eterno. Si pensamos que él es sólo un profeta más, entonces, ¿por qué escogerle y escucharle más que a otro maestro del pensamiento? Pero si él es realmente el Hijo de Dios –y la Biblia así lo afirma– entonces la alternativa es simple: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).

       Dios nos interpela a cada uno de diferente manera. Conoce exactamente nuestra situación, y sus preguntas tienen como meta hacernos reflexionar y aceptar su luz en nuestro corazón y en nuestra vida. “En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende”, o no hace caso (Job 33:14). Estemos, pues, atentos a sus preguntas, no las esquivemos.

Pausa en la Música





Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,
esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Romanos 8:28.


 Seamos conscientes de ello o no, estamos continuamente bajo la mirada de Dios. Él vela sobre nosotros y lo hace con amor y sabiduría. Nada escapa de su atención. Puede utilizar todo: las circunstancias fáciles así como también las pruebas y el sufrimiento. Para el bien de sus hijos, él permite todo lo que les ocurre. Esto no sólo nos da una gran confianza, sino que también nos permite dar gracias a Dios, aun cuando no comprendamos las razones de lo que hace.

       En uno de sus libros el autor cristiano A. Pierson desarrolla así la verdad de Romanos 8:28: «El plan de Dios no olvida nada. Todo concurre al bien, incluso las pruebas contra las cuales nos impacientamos. Los golpes, que podríamos pensar que harían que el acero se debilitase, más bien le confieren una clase de temple que aumenta su solidez y su resistencia. Por ejemplo, el descanso obligado debido a una enfermedad o a la falta de trabajo fue comparado a una pausa (silencio) en la música. Este intervalo entre dos notas no es el fin de la melodía, sino que forma parte de ella…».

       ¿Sabemos emplear los contratiempos, el desempleo, la enfermedad, como pausas para tratar de estar más cerca del Señor? Un cristiano vietnamita escribió: «Cuanto más violentamente sopla la tempestad, tanto más se apresura el creyente a buscar abrigo en los brazos del Señor». Gustemos la compañía de Jesús ya antes de que llegue la prueba, y cuando todo parece andar bien, no soltemos su mano.