Las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. – 2 Corintios 4:18.
• Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. – Lucas 20:38.
Debajo de mi habitación de universitario, en el primer piso, había una profunda conmoción. Un estudiante acababa de suicidarse. Tres días más tarde asistí a su entierro, que fue una ceremonia civil. Un hombre pronunció algunas palabras, evocando sus estudios universitarios, y terminó con una pequeña frase brutal: «Cuando uno muere, todo se acaba». ¡Qué triste me sentí en el camino de regreso! Aunque era cristiano, estaba turbado y no podía estudiar.
¿Cómo demostrar el error de esa afirmación? Si uno tiene en cuenta sólo lo que se ve, es cierto que cuando la vida se detiene, todo se detiene. Pero, ¿No hay nada más allá de la vida visible? Afirmar esto sería decir sin ninguna razón sostenible que sólo existe lo que se ve. Sería ser como un ciego de nacimiento que negara la luz…
Es verdaderamente difícil negar la existencia del mundo invisible. Entonces, al aceptarlo, sólo se puede adoptar una actitud razonable: tenerla en cuenta. Para esto es necesario escuchar a Dios y buscar la revelación que él dio de sí mismo en la Biblia. Ésta revela a un Dios que no sólo existe, aunque sea invisible, sino que vive y obra. Es un Dios que ama y desea tenernos en su presencia por la eternidad pero estaremos separados de él para siempre si no escuchamos ni creemos el mensaje que nos da en la Biblia. Él nos invita una vez más a leerla.