miércoles, 2 de noviembre de 2011
En la Cruz: el Hombre y Jesús.
Me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. – Salmo 22:16.
Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. – Lucas 23:34
Al pie de la cruz de Jesús se ve al hombre al natural jugando un papel abominable, y esto en las más variadas condiciones sociales: judío o extranjero, bárbaro o civilizado, pobre o rico, laico o religioso.
Pilato, el magistrado romano que ocupó la sede de la autoridad civil, responsable de ejercer la justicia, había condenado a aquel a quien había reconocido como “justo”. Los juristas y el clero judío buscaron testimonios falsos contra Jesús. Pidieron que un homicida fuese soltado y Jesús condenado. La multitud, a la que solamente le había hecho bien, pidió que lo crucificasen. Los transeúntes le injuriaban. Los discípulos que habían estado tan cerca de él abandonaron cobardemente a su Maestro a la hora del peligro.
En medio de esta indignidad humana, se oyó a Jesús orar: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En su “amor eterno” invocó para sus enemigos la circunstancia atenuante de la ignorancia. Y sin embargo, ¿No obró cada uno con conocimiento de causa? ¡Qué nobleza y qué dignidad de parte de nuestro Salvador!
Durante tres horas, abandonado por Dios, colgado en la cruz con indescriptibles sufrimientos, Cristo, el santo y puro, aceptó ser identificado con el pecado para salvarnos, sufriendo de parte de Dios el castigo que usted y yo merecíamos (Léase Hechos 4:26-28). “Vosotros negasteis al Santo y al Justo, y… matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos” (Hechos 3:14-15).
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PAN DIARIO
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