domingo, 5 de junio de 2011

La Sequía




Considerad los cuervos… Dios los alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que las aves?

Lucas 12:24.

Dios… no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien,
dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos.

Hechos 14:17.

  El verano de 2003 fue particularmente caluroso y seco en Europa, aun en los países escandinavos. El pasto de las praderas se secó muy temprano. Sin agua las plantas no pueden desarrollarse, porque este elemento constituye una buena parte de la materia vegetal. Como estas plantas son el alimento de los animales y de los seres humanos, una sequía prolongada puede tener graves consecuencias para la alimentación humana.

       ¿Quién da las lluvias? El profeta Jeremías escribió: “Temamos ahora al Señor Dios nuestro, que da lluvia temprana y tardía en su tiempo” (Jeremías 5:24). Él es quien establece las condiciones favorables para producir el alimento que consumimos. ¿Somos conscientes de ello? ¿Le hemos dado las gracias como la Escritura nos alienta a hacerlo? “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20). La vida de nuestro cuerpo está mantenida por Jesús, quien nos creó: Él “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3).

       Pero él quiere más que esto para nosotros. Quiere darnos la vida eterna y llevarnos a Dios para siempre. ¿Cómo? “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). Jesús dio su vida en la cruz para darnos “la vida eterna” (Juan 6:47).

LA SALVACION ES DE DIOS A LAS NACIONES

EN ESPIRITU Y VERDAD

¿Extraviado?




Así ha dicho el Señor:
Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras.

Zacarías 1:4.

Muéstrame, oh Señor, tus caminos;
enséñame tus sendas.

Salmo 25:4.

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
sobre ti fijaré mis ojos.

Salmo 32:8.

No puede perderse; siga la carretera principal que sube hasta la aldea. Pero la carretera que tenía que seguir se alejaba de la dirección prevista. Después de algunos kilómetros tuve la convicción de haberme extraviado. Entonces vi una granja habitada y a alguien que probablemente podría indicarme el camino… –No está en el camino correcto, pero puede llegar a Villa Diego si al llegar a la próxima granja se desvía hacia la derecha…

       Mi vida puede ser un tanto comparada al camino que he emprendido. Debo escoger la dirección correcta para llegar al buen destino. ¿De qué, o más bien, de quién fiarse para escoger bien? ¿Voy a seguir los consejos de filósofos, líderes espirituales o gurús de mi época?

       En mi camino Jesucristo me encontró, porque me buscaba. Lo escuché y comprendí que sólo él podía conducirme con seguridad, pues él declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Con él ni usted ni yo podemos equivocarnos de camino. ¡Pidámosle sencillamente que nos guíe y confiemos en él! Él nos hará conocer el camino que lleva a la vida eterna. Leamos la Biblia: ella nos revelará sus planes de amor para nosotros.