lunes, 23 de mayo de 2011

Jesús me Sacó de Ahí


No cesamos de orar…
para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra,
y creciendo en el conocimiento de Dios.

Colosenses 1:9-10.

   Un hombre le decía con tono irónico a su compañero, un alcohólico recientemente liberado de su esclavitud: – ¡Cómo cambiaste! Se habrá necesitado mucha gente y muchos discursos para inducirte a no beber más y a cambiar de vida. –¡Oh!, se necesitaron sólo dos personas, contestó el interpelado. Yo que resistía con todas mis fuerzas, y Cristo, quien me amó y me sacó de ahí. Él me liberó del alcohol.

       ¿Adónde pueden llevarnos nuestras pasiones? “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15).

       Jesucristo nos ama y a causa de su amor desea salvarnos, no sólo de lo que nos mantiene esclavos, sino de la muerte a la que nuestras pasiones nos conducen. ¿De la muerte del cuerpo, piensa usted? Es posible, pero ante todo de “la segunda muerte”, más terrible aún, la que después de nuestra comparecencia en juicio delante de Dios nos arrastrará inevitablemente al castigo eterno. ¿Por qué resistir a Aquel que quiere nuestra felicidad y desea llevarnos a su presencia? Liberados de nuestras cadenas y limpiados de nuestros pecados por la fe, en virtud de “la sangre preciosa” derramada en la cruz, somos salvados por Cristo eternamente (Lea 1 Pedro 1:18-19).