¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. – Job 38:4.
¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes? – Proverbios 30:4.
Por todas partes percibimos las marcas evidentes de un poder y de una inteligencia superiores que idearon y formaron todo con un objetivo específico. ¿Diremos que es casualidad? La nada sólo podría producir el desorden.
En el cielo vemos masas luminosas que se hallan a distancias vertiginosas. ¿Quién las hizo y las sostiene en su trayectoria invariable? Esos astros están sometidos a unas leyes concretas que el hombre ha descubierto, de manera que a cada momento puede establecer la posición de un planeta, y asignar el tiempo preciso del regreso de tal o cual fenómeno. ¿Quién estableció esas leyes? ¿Quién produjo la luz que emana de todos los cuerpos que brillan en el cielo? ¿Fue el azar o una pura coincidencia? ¿Todo eso se produjo solo? ¿Tomaríamos en serio a alguien que nos dijese que un auto se fabricó por sí solo, sin los cálculos y los planos de un ingeniero, sin los obreros que, según los planos y las instrucciones, dieron forma al acero, laminaron las chapas, fabricaron las diferentes piezas y realizaron el ensamble?
¡Cómo pueden pretender algunos que la maravillosa composición del Universo no tiene un Autor inteligente que formó, calculó, colocó y puso todo en movimiento según unas leyes inmutables!
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