• No hay justo, ni aun uno… Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. – Romanos 3:10, 23.
• La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. – Romanos 6:23.
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Ben acababa de cumplir nueve años cuando murió de sida. Era demasiado joven para morir, y es muy injusto sufrir como sufrió él. ¿Qué había hecho para contraer esta terrible enfermedad? Ben era hemofílico, es decir, su sangre no coagulaba normalmente, por eso cuando se caía y se hería, perdía tanta sangre que necesitaba una transfusión. Ben vivió en una época en la que no se tomaban suficientes precauciones para saber si los donantes tenían la sangre contaminada por el sida. Este triste acontecimiento nos hace pensar en el pecado que ha alcanzado a toda la humanidad.
Hace mucho tiempo Adán y Eva pecaron en el huerto del Edén. Y desde entonces el pecado, al igual que una enfermedad hereditaria, se transmitió a todos los hombres, acarreando así la muerte. Todos mueren debido al pecado cometido por un solo hombre. Quizás usted acuse a Adán, diciendo: «¡Bah, ojalá no hubiese desobedecido a Dios!». Pero usted, ¿Nunca ha hecho algo que su conciencia condena? ¡Así que usted mismo es culpable!
Dios ofreció una solución para dar vida eterna a aquellos que están condenados a muerte, bajo la esclavitud de sus pecados. Esa solución es un regalo pagado muy caro por Jesús, quien aceptó ser castigado por los pecados de todos los que creen en él, y que de este modo son liberados. Dios es justo perdonando los pecados de aquellos que confían en la obra de Jesús
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