martes, 11 de octubre de 2011
Suerte o Gracia.
• ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? – Lamentaciones de Jeremías 3:37.
• Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. – Romanos 8:28.
La suerte es un cúmulo fortuito de circunstancias favorables. Para muchos es, pues, cuestión de la casualidad que proviene de un destino ciego. Cuando alguien afirma tener suerte, en general no piensa en que todo lo que le ocurre está organizado por una persona que obra inteligentemente. Algunos estiman que la vida los trata especialmente bien; hasta pretenden haber nacido bajo una buena estrella. Como máximo hablarán de la Providencia para evitar nombrar a un Dios a quien temen.
Pero el primer versículo citado en el encabezamiento declara que Dios dirige todo. Él ama y se ocupa de cada individuo personalmente. Que le dé buen tiempo para sus cosechas, o que lo deje escapar por escaso margen de un grave accidente… Su objetivo siempre es obrar por gracia. Prestemos atención a la manera en que Dios nos habla para atraernos a él.
Para un creyente no hay buena suerte o mala suerte. Sabe que toda su vida está conducida por Dios, quien desea hacerle bien. Jesús decía a sus discípulos: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mateo 10:30). Ni un detalle lo deja indiferente. En el plan de Dios para con cada uno de sus hijos, todo es coherente y está dirigido por el amor y la sabiduría de un Padre muy misericordioso.
Llegará el día en que nos mostrará cómo condujo nuestra vida para al final hacernos bien (Deuteronomio 8:16).
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PAN DIARIO
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