He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es Cristo el Señor.
Lucas 2:10-11.
Entre todos los acontecimientos que marcaron la historia del hombre no hay uno más importante que la venida de Jesucristo a la tierra. El Hijo de Dios “se despojó a sí mismo” para nacer como uno de nosotros.
Habría podido venir como un juez para condenar sin apelación a la humanidad que se había hundido en el mal y se había alejado de Dios. También habría podido venir como un justiciero para destruir a los hombres que se habían opuesto a Dios, a pesar de todo el bien que él les había hecho.
Pero Jesucristo vino como Salvador hasta nosotros. En nuestra tierra, donde generalmente cada uno trata de engrandecerse, él tomó el último lugar. Nació en un establo y siguió un camino de renuncia que lo condujo hasta la cruz, en la cual murió como un malhechor.
Cada uno de nosotros debe preguntarse por qué vino Jesucristo a esta tierra. ¿Por qué vivió una vida tan diferente de todas las demás? ¿Por qué se humilló hasta morir en una cruz? El amor es la respuesta a todas esas preguntas. Este es el motivo de toda su vida.
Hoy en día Jesús aún se presenta a nosotros como el Salvador. No espere para recibirle como tal, porque un día él se presentará como juez a aquellos que rechazaron su salvación. Entonces el primer cargo de acusación será el de haberle rechazado como Salvador
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