Sobre esta roca edificaré mi iglesia;
y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Mateo 16:18.
El vocablo “iglesia” a menudo se halla en el Nuevo Testamento. Unas veces es empleado para designar el conjunto de todos los creyentes. Todos los seres humanos que creen en el Señor Jesús como su Salvador personal están unidos unos a otros por el Espíritu Santo para formar una unidad. Esta es la Iglesia de Dios. Otras veces esta misma palabra se usa para los redimidos que se congregan en el nombre del Señor Jesús en una ciudad o localidad.
En el Nuevo Testamento se ve a la Iglesia tanto bajo la responsabilidad de los hombres como bajo la perspectiva de Dios. Cuando se trata de nuestra responsabilidad, sólo vemos fallos y fracasos. La unidad visible de todos los creyentes está arruinada, el modelo bíblico sobre las reuniones de los creyentes es poco conocido. Pero lo que Dios hace no puede ser trastornado, por eso podemos alegrarnos y constantemente contemplar la imagen de la Iglesia como él la ve.
La Iglesia tiene un fundamento inamovible. Es Jesucristo, “el Hijo del Dios viviente”, y nadie puede eliminar esta base. ¡Qué consuelo para cada hijo de Dios! Cada redimido es una piedra viva de esa casa. Y así como el fundamento está seguro, la casa también lo está. Por lo tanto, nuestra posición como salvados es absolutamente segura. Tan pronto como la última piedra sea agregada, el Señor Jesús volverá para llevarnos con él. Entonces se presentará a sí mismo “una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27).
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