Cuando llegó la noche de aquel mismo día,
el primero de la semana,
estando las puertas cerradas…
vino Jesús, y puesto en medio,
les dijo: Paz a vosotros.
Juan 20:19.
El domingo, el primer día de la semana, es un día especial para cada hijo de Dios. El comienzo de la semana pertenece al Señor. En ese día recordamos sus sufrimientos y proclamamos su muerte mediante el partimiento del pan. Así, él nos da la oportunidad de darle las gracias por su amor, que lo indujo a ir hasta la muerte para salvarnos. También es el día en que tenemos tiempo para reunirnos con otros creyentes para escuchar la Palabra de Dios.
Ya en el Antiguo Testamento Dios había aludido a ese día especial, en relación con las fiestas anuales de los israelitas. En Levítico 23:11 se les ordena traer la primicia de su cosecha al sacerdote “el día siguiente del día de reposo”, es decir, el día después del sábado. Esa gavilla se refiere a la resurrección del Señor Jesús, quien muchos siglos después resucitó de entre los muertos el primer día de la semana, es decir, el día después del sábado.
La segunda alusión se halla en la fiesta de las semanas que se festejaba exactamente 50 días después del ofrecimiento de la primicia de la cosecha. Levítico 23:16 dice: “Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano (a Dios)”.
La fiesta de las semanas corresponde a Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a la tierra para morar en los creyentes (Hechos 2). Así la resurrección del Señor y la venida del Espíritu Santo se hallan en estrecha relación con el domingo, el día del Señor.
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