• La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. – 1 Corintios 1:18.
• Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. – Romanos 5:8.
¿A veces no le parece deprimente escuchar las noticias? Oímos casi sólo malas noticias. Todos los días comprobamos los terribles efectos del mal: la violencia, las guerras que acarrean un mar de injusticias y sufrimientos, las enfermedades y la muerte. Es un peso terrible que recae sobre toda la humanidad. Pero el mal no puede superar a Dios, y el mensaje central del Evangelio es que Jesús vino para liberarnos de ese inmenso peso. Por ello tuvo que morir.
Su muerte nos revela la extrema gravedad del pecado, que constituye una ofensa al amor y a la justicia de Dios; pero también nos muestra la profundidad del amor de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). No podemos hablar del amor de Dios sin evocar también los sufrimientos de Jesús. Simpatizó con todos los sufrimientos humanos, y más aún, Él mismo sufrió al máximo en la cruz, siendo abandonado por Dios mientras padecía en nuestro lugar el castigo por nuestros pecados.
Jesús murió en una cruz para dar la vida a todos los que confían en él. Fue colocado en una tumba, pero no permaneció allí. Al tercer día resucitó y ahora vive por la eternidad. Jesús comparte su vida con todos los que lo contemplan por la fe. En la tierra fue el “varón de dolores”, a quien el profeta había anunciado (Isaías 53:3), y ahora, en el cielo, es el Señor de gloria.
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