jueves, 11 de agosto de 2011

Rehusar la Gracia





Mirad que no desechéis al que habla.
Porque si no escaparon aquellos que desecharon
al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros,
si desecháremos al que amonesta desde los cielos.

Hebreos 12:25


   En 1829, J. W., de Filadelfia (EE.UU.), fue juzgado por homicidio. Al ser hallado culpable, fue condenado a muerte. Sus amigos obtuvieron su perdón (o gracia) de parte del presidente Jackson, pero J. W. la rehusó. El magistrado no quiso aplicar la sentencia, pues ¿Cómo podría hacer morir a un hombre indultado?

       Se recurrió al presidente Jackson, quien se dirigió a la Corte Suprema. Entonces el juez, presidente de esa Corte, respondió: «Una gracia sólo tiene valor si la persona en cuestión la acepta. Difícilmente se puede suponer que una persona bajo sentencia de muerte pueda rehusar esa gracia, pero si lo hace, ya no hay más gracia. J. W. debe cumplir su condena». Así el condenado fue ejecutado mientras su mandato de gracia se hallaba aún sobre el escritorio del magistrado.

       Esta historia auténtica nos hace pensar en el peligro de rehusar la gracia de Dios. Aun cuando no hayamos hecho nada grave ante las leyes humanas, todos hemos pecado contra Dios. ¿Quién no ha mentido nunca ni ha codiciado el bien de otro? ¿Quién puede decir que ama a Dios con todo su corazón, y a su prójimo como a sí mismo? (Mateo 22:37, 39). Ahora bien, “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Dios nos ofrece su gracia. Él es un Dios que perdona, “clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia” (Nehemías 9:17). ¡No la rechacemos!

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