Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador,
y su amor para con los hombres, nos salvó,
no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia.
Tito 3:4-5.
«A Dios rogando y con el mazo dando». Este proverbio significa que Dios, o para algunos la suerte, ayudaría a aquellos que hacen esfuerzos por sí mismos para alcanzar un objetivo. Es citado para motivar a la gente para que no se deje desanimar por las dificultades y alcance lo que se propuso, pues el cielo está para asistir a esas personas luchadoras a que alcancen el éxito en sus diferentes proyectos.
Sin embargo, este proverbio no puede ser aplicado a la salvación que Dios ofrece. En este asunto Él no espera que el hombre haga un esfuerzo antes de auxiliarlo. Él sabe que en el plano espiritual cada ser humano está muerto en sus “delitos y pecados” (Efesios 2:1); es incapaz de hacer algo para ganar su salvación. Además la salvación es demasiado valiosa para que el hombre la pueda comprar a Dios. Por eso Dios hizo todo: dio a su Hijo. Éste, justo antes de morir en la cruz donde estaba clavado, exclamó: “Consumado es” (Juan 19:30). Si el Hijo de Dios declaró que todo estaba cumplido era porque no quedaba nada más por hacer.
Amigo lector, acepte sencillamente la victoria obtenida por Jesucristo; no confíe en sus obras o sus capacidades; ampárese en lo que Dios hizo al resolver definitivamente en la cruz el problema de sus pecados. Cada creyente puede reconocer que no halló a Dios por sí mismo, sino que fue el Señor quien lo buscó y lo halló. Dios también busca al lector. ¡No le resista!
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