jueves, 16 de junio de 2011
No Hay Pecador Demasiado Grande al que Dios no pueda perdonar
Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos… Salva, Señor. Salmo 20:8-9.
Había allí una mujer que… andaba encorvada,
y en ninguna manera se podía enderezar.
Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
Lucas 13:11-13.
Un joven creyente había obtenido permiso para anunciar el Evangelio a los detenidos en la sala de una prisión. Mientras se dirigía hacia el estrado por el pasillo central, percibió claramente la resistencia y la desconfianza de la mayoría de los prisioneros, y comprendió que la introducción que había preparado no convenía a ese público particular.
En tanto que subía los pocos escalones hacia el estrado y rogaba a Dios que le mostrara cómo empezar, tropezó y cayó. Hubo muchas risas. El predicador se levantó, tomó el micrófono y dijo: –«Amigos, exactamente para esto he venido, ¡para decirles que un hombre puede caer y levantarse!».
Esto es lo maravilloso de la gracia de Dios: no excluye a nadie, ni siquiera al criminal más grande del mundo. “Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
Quien quiera que sea usted e independientemente de lo que haya hecho, ¿no es un gran pecador? “Dios nuestro Salvador… quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:3-4). “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Dios sólo pide una cosa: que todo pecador le confiese sus pecados y crea en Jesús.
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PAN DIARIO
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