domingo, 26 de junio de 2011
El Pecado y los Pecados
Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros.1 Juan 1:8.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado,
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
2 Corintios 5:21.
La Escritura nos habla del pecado y de los pecados, o dicho de otra forma del árbol malo (el pecado) que produce sus frutos malos (los pecados). El pecado es, pues, esa fuente del mal que está en lo más profundo del ser humano.
¡Cuántas guerras, conflictos o sencillamente sucesos trágicos produce esa naturaleza pecaminosa! Ni la instrucción ni la tecnología han conseguido impedir que el mundo sea el escenario de la violencia y la inmoralidad.
Por lo tanto, el pecado es muy real y yo formo parte de esa realidad. La Escritura dice que somos esclavos de él. Si reconocemos esta presencia del mal en nosotros, seremos llevados a buscar la liberación del poder del pecado sobre nosotros y podremos pedir a Dios que nos salve y nos libere.
Esa liberación es posible porque el Hijo de Dios, Jesús, el único sin pecado, cargó en la cruz con nuestra culpa. Como sustituto recibió el castigo que merece el pecado. El que se arrepiente y cree en el perfecto y suficiente valor de la obra de Jesús puede ser enteramente perdonado por la justicia divina. Entonces, el creyente ya no está más obligado a obedecer a esa mala naturaleza que está en él. “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal” (Romanos 6:6, 12).
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PAN DIARIO
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