Ahora, hermanos,
os encomiendo a Dios,
y a la palabra de su gracia,
que tiene poder para sobreedificaros
y daros herencia con todos los santificados.
Hechos 20:32.
El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
Marcos 13:31.
Con motivo de un sondeo, una joven respondió: –¡Busco mi propia religión! Otro encuestado dijo: –Yo tengo mi propia religión. Un tercero agregó: –Cada uno tiene su religión, o por lo menos su moralidad... Ya no se quiere oír hablar de una enseñanza exacta de la fe, es decir, de una enseñanza que no se debe discutir, sino creer. Nociones como el pecado, el arrepentimiento y la expiación son dejadas de lado en beneficio de otras ideas como la aceptación de sí mismo, la tolerancia o el mérito.
Se debe reconocer que esta forma de pensar también contagia a muchos cristianos. Preocupándose por la modernidad, y para mostrar que tienen una visión muy amplia, ya no quieren someterse a la Palabra de Dios; la ponen en duda y hasta llegan a deformar el Evangelio.
Una enseñanza vaga, que lo tolera todo, en realidad es una afrenta a Dios. El mensaje de la Biblia es vigoroso, preciso, sin compromiso, y coloca todo en su justa perspectiva. Primero Dios, su gracia y su justicia, luego la respuesta del hombre al ofrecimiento de Dios.
Volver a la Palabra de Dios es el único remedio a ese estado de extravío. Es una cuestión de fe: Dios habló, nosotros debemos creer y obedecer. Leamos las Escrituras con sencillez, orando para que el Espíritu Santo nos las haga comprender. Así podremos llevar a la práctica lo que es la verdadera Iglesia, la que él mismo edifica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario