lunes, 2 de mayo de 2011

EL ESPEJO DEL PARQUE

Si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella,
éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.

Santiago 1:23-24.

Todos los que creen…(son) justificados gratuitamente por su gracia.
Romanos 3:22, 24.

       En Inglaterra, en un parque abierto al público, un cartel atrae la atención del visitante con estas palabras: «He aquí el animal más feroz y peligroso del mundo». Intrigado, el visitante penetra en el lugar donde estaría el supuesto animal, pero se halla ante un espejo que le devuelve su propia imagen. Al lado de ese espejo está fijada una lista de las atrocidades cometidas en diferentes partes del mundo. Para el visitante es imposible no sentirse afectado por esta constatación sin complacencia, devuelta de manera muy realista por el espejo.

       Reconozcamos que hay motivos para estar preocupados por la naturaleza humana y por uno mismo. La Palabra de Dios también es un espejo que devuelve al lector su imagen. ¿Sería ésta más favorable que la del parque inglés? Veamos cuál es: “No hay justo, ni aun uno… Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos… todos pecaron” (Romanos 3:10, 15, 16, 23).

       Ante estas constataciones desesperantes uno quisiera «romper el espejo», dicho de otro modo, cerrar la Biblia. Pero ésta, tras el balance sin concesión, ofrece una esperanza maravillosa a todos los que se reconocen pecadores, y que creen en Jesucristo: la certeza de beneficiarse de la gracia de Dios y su perdón. Aceptémoslos y empecemos a vivir la nueva vida que el Señor da.

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