lunes, 21 de noviembre de 2011

¿La Bolsa o la Vida?



• ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? – Mateo 16:26



Todas las personas colocadas ante la elección de dar toda su fortuna o ser asesinadas preferían abandonar su dinero y conservar la vida. El tesoro más precioso de todo ser humano es sin duda su vida. Pero si existe la vida del cuerpo, también está la del alma, y Dios llama la atención de cada uno hacia una opción crucial: ¿Nuestra alma está perdida o salvada? De ello depende nuestro porvenir eterno.
En este campo es de temer que muchos hagan una mala elección. Con el título: «Un hijo del país que tuvo éxito», cierto diario regional reprodujo las palabras de un hombre sexagenario que había emigrado a América, donde hizo fortuna. Él especifica : «Mi éxito es exclusivamente financiero». No sabemos claramente lo que esto significa, pero podemos preguntarnos: ¿Quiere decir que su cartera rebosa, pero que su corazón está vacío? ¿Sus negocios lo habrán ocupado en detrimento de todo lo demás? ¿Se tomó el tiempo de pensar en su alma y en el estado de su relación con Dios, su creador?
El versículo del encabezamiento nos muestran la importancia de hacer una buena elección. Amontonar una fortuna no es una garantía para nuestro porvenir en la tierra, y menos aún un pasaporte para el cielo. Cuando debamos presentarnos ante Dios, nuestro dinero no tendrá ninguna importancia ni valor. ¡No nos perdamos lo más importante! Escojamos la vida eterna que Dios nos ofrece hoy mediante la fe en Jesucristo, su Hijo.

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“¿De Dónde Vienes?” (Jonás 1:8)



• Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación… Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. – 2 Corintios 5:19-20.

Esta pregunta sorprendió al profeta Jonás cuando dormía en el fondo del barco que debía conducirlo a Tarsis. Quizás él pensaba que allá, lejos de todo, podía escapar de la mirada de Dios, quien le había confiado una misión: Debía proclamar a Nínive esta advertencia: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4). El Dios de misericordia quería advertir a los ninivitas antes de que el juicio cayera sobre esa ciudad impía. Deseaba producir arrepentimiento en ese pueblo para poder perdonarlo.
La mente egoísta de Jonás no quería admitir que el perdón fuera concedido a una ciudad enemiga. Rehusó ser el instrumento de la gracia para otros y decidió huir, pero no pudo escapar de la mirada de Dios. Para inducir a Jonás a arrepentirse, Dios se sirvió de unos marineros paganos que mostraron más compasión que el profeta.
En el camino de la vida, a veces hay huidas motivadas por el deseo de escapar de nuestra responsabilidad. Entonces la voz divina nos dice: –¿Qué haces aquí? ¿De dónde vienes?
El Señor coloca en el camino del creyente numerosas oportunidades para dar testimonio para él, quizás a personas de razas diferentes, refugiados o gente marginada. ¿Rehusaremos ser un instrumento en las manos de Dios para la salvación de estas personas? ¡No sigamos el camino de Jonás, sino digamos como Isaías: “Heme aquí, envíame a mí”! (Isaías 6:8).

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