martes, 28 de junio de 2011

María la Sanguinaria



¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que él no mandó?
Lamentaciones de Jeremías 3:37.

Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy,
pues todas ellas te sirven.

Salmo 119:91.


        María Tudor (1516-1558), reina de Inglaterra y apodada «la Sanguinaria», perseguía a los cristianos que seguían la reforma protestante. Después de un muy somero juicio, los mandaba sistemáticamente a la hoguera. Uno de ellos, Bernard Gilpin, un conocido predicador fue convocado para comparecer ante ese tribunal implacable.

       Pero en su camino hasta Londres se cayó y se fracturó una pierna, así estuvo obligado a detenerse por un tiempo. El oficial que lo acompañaba le recordó con ironía algo que Gilpin repetía a menudo: –Nada ocurre sin que el Señor lo haya mandado; y “todas las cosas les ayudan a bien… a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Entonces le preguntó si seguía pensando así. Gilpin respondió suavemente que no dudaba de ello. Y tenía razón, porque antes de que fuese capaz de seguir el camino, María la Sanguinaria falleció. Bernard Gilpin pudo volver a casa, acogido por la multitud que agradecía a Dios por tal liberación.

       “Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece.” (Salmo 57:2). “Tú, Señor, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé al Señor, y él me respondió desde su monte santo.” (Salmo 3:3-4)

Comunión en la Vida Conyugal



Amargura grande me sobrevino en la paz,
mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción.

Isaías 38:17.


Un estudiante cuenta lo siguiente: «Ocurrió en el año 2003 en mi patria, Polonia. En una familia con varios hijos, el padre se convirtió al Señor Jesús. Todos se dieron cuenta del cambio que la fe había efectuado en su padre. Pero la madre, de unos 45 años de edad, no quería saber nada del Salvador del mundo; estaba endurecida y en contra.

       Repentinamente cayó enferma. El médico diagnosticó una enfermedad incurable, dándole tan sólo de 3 a 4 meses de vida. ¡Una noticia desoladora!

       Pero esto provocó un cambio radical en el corazón de la mujer. ¡Cuán diferente le pareció todo visto a la luz de la eternidad! Entonces aceptó la buena nueva del Salvador y se convirtió. Según el diagnóstico médico, la mujer falleció cuatro meses después. Se fue para estar con su Salvador en la gloria.

       En el entierro el predicador contó a sus oyentes: –Hablé con el marido de la difunta. Lo que él dijo me conmovió profundamente: –Los últimos cuatro meses fueron los más hermosos de nuestra vida conyugal. Pudimos estar unidos en lo más santo. No existe algo más hermoso».

       El rey Ezequías experimentó algo parecido cuando Dios permitió que enfermara gravemente. Después de su experiencia dijo: “A ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados” (Isaías 38:17). Para él la enfermedad también se había transformado en bendición