martes, 11 de octubre de 2011

Creyente No Practicante.



¿Crees tú en el Hijo de Dios?Juan 9:35.
La fe sin obras es muerta.
Santiago 2:18, 20.

Ha encontrado usted alguna vez a personas que dicen ser «creyentes no practicantes»?
¡Imagínese a un médico no practicante! ¡Es como si no fuera médico: su ciencia no es útil a nadie! ¿Y un fontanero no practicante? Un futbolista no practicante… ¡No hay nada que pruebe que sabe jugar! Lo que uno pretende ser debe verse, si no es absurdo.
Y usted, lector, ¿es creyente? Sin duda cree en muchas cosas, pero ¿cree también en Jesucristo muerto para expiar sus pecados y resucitado para su justificación? En este caso usted es “salvo”, es decir, ha sido perdonado y experimenta una verdadera relación con Dios. Dios lo ama y lo cuida, ¡qué seguridad! Con todo esto, ¿permanecería usted no practicante? Claro que no, pues si decide dejar un lugar a Jesucristo en su vida, deseará conocerle más, escucharle, agradarle, hablarle y hablar de él con otros, agradecerle por su amor. No se trata de una práctica religiosa con la cual usted espera salvarse, sino de una actitud espontánea, por amor a Jesucristo quien le amó primero.
No puede permanecer neutro: o usted cree y esto cambiará su vida, o no cree y permanecerá sin Dios, y entonces tendrá muchas razones para estar desesperado. Acuda hoy al Dios que la Escritura nos revela, que nos ama y que lo probó. ¡Usted verá, esto cambia todo!

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Suerte o Gracia.



¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?Lamentaciones de Jeremías 3:37.
Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.Romanos 8:28.

La suerte es un cúmulo fortuito de circunstancias favorables. Para muchos es, pues, cuestión de la casualidad que proviene de un destino ciego. Cuando alguien afirma tener suerte, en general no piensa en que todo lo que le ocurre está organizado por una persona que obra inteligentemente. Algunos estiman que la vida los trata especialmente bien; hasta pretenden haber nacido bajo una buena estrella. Como máximo hablarán de la Providencia para evitar nombrar a un Dios a quien temen.
Pero el primer versículo citado en el encabezamiento declara que Dios dirige todo. Él ama y se ocupa de cada individuo personalmente. Que le dé buen tiempo para sus cosechas, o que lo deje escapar por escaso margen de un grave accidente… Su objetivo siempre es obrar por gracia. Prestemos atención a la manera en que Dios nos habla para atraernos a él.
Para un creyente no hay buena suerte o mala suerte. Sabe que toda su vida está conducida por Dios, quien desea hacerle bien. Jesús decía a sus discípulos: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mateo 10:30). Ni un detalle lo deja indiferente. En el plan de Dios para con cada uno de sus hijos, todo es coherente y está dirigido por el amor y la sabiduría de un Padre muy misericordioso.
Llegará el día en que nos mostrará cómo condujo nuestra vida para al final hacernos bien (Deuteronomio 8:16).