martes, 21 de junio de 2011

La Gracia y la Fe




No me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.

Romanos 1:16.

¿Cómo escaparemos nosotros,
si descuidamos una salvación tan grande?

Hebreos 2:3.
 
En Ginebra, en el año 1817, un renombrado predicador habló sobre el siguiente tema: «El hombre sólo puede ser salvado por Jesucristo», apoyándose en el siguiente texto del evangelio: “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

       El predicador habló claramente del Evangelio de la gracia, diciendo: «Oh pecador que confías en ti mismo, ¿cuándo cesará tu ceguera? ¿Cuándo querrás comprender que, a no ser que alguien cargue con tus pecados y apacigüe a tu juez, nunca verás a Dios? Sé bien que esta verdad no es del agrado del oyente, pero ¡qué importa! Si debo optar entre serle agradable o decirle la verdad, ya está decidido: no se trata de agradarle, sino de salvarle.

       Pecador, deja, pues, lo que causa tu miseria, despójate de ese orgullo que te ciega y echa a perder tu vida. Renuncia a tu propia justicia y cree en el Evangelio. No digas que tus pecados son demasiado grandes. ¿Serían más grandes que los méritos del Dios Salvador? Uno tiene una sola vida para convertirse; y es una vida corta e incierta. ¿Acaso es poca cosa la salvación de tu alma? ¿Tienes un bien más preciado? ¿Eres tan orgulloso que preferirías vivir a tu antojo una corta vida, antes que estar con Dios por la eternidad?».

       “La Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado… porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:11-13).

Estar Satisfechos con lo que Tenemos




Ciertamente como una sombra es el hombre;
ciertamente en vano se afana;
amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.

Salmo 39:6.

Así que, teniendo sustento y abrigo,
estemos contentos con esto.

1 Timoteo 6:8
        La publicidad es uno de los principales motores para estimular el consumo. Explota astutamente el deseo que dormita en cada individuo de poseer lo que no tiene. Este deseo no es reciente, pues nuestros primeros padres, que podían disfrutar de todos los frutos del paraíso, también quisieron probar el único que no debían comer.

       No olvidemos que la meta del diablo es hacer que desobedezcamos a Dios, despertando nuestras codicias naturales. Por ejemplo, nos incita a compararnos con aquellos que poseen más que nosotros.

       ¡Pensemos más bien en los que, desde el punto de vista material, son menos privilegiados que nosotros! Esto nos llevará a estar satisfechos, agradecidos, y a compartir con otros. Quizás en nuestro entorno sean numerosos los que se estimarían colmados si pudiesen disfrutar de nuestros medios, de nuestras facultades y de nuestra salud.

       Los elementos de nuestro bienestar material son dones de Dios. ¡Cómo cambian las cosas cuando, con la ayuda de Dios, podemos considerar la vida desde este ángulo! Entonces descubrimos muchos motivos para darle las gracias. Y, ante todo, qué tema de permanente agradecimiento tenemos, pues poseemos el más grande de todos los dones de Dios: ¡la vida eterna obtenida por la fe en Jesús, quien murió por nosotros!