martes, 20 de septiembre de 2011

El Testimonio de Julia



De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
2 Corintios 5:17. 

   Cuando me hice drogadicta, llegué a robar para poder conseguir la cocaína que mi cuerpo me pedía.

       Quisiera agradecer al hombre que me sorprendió cuando estaba robando y me llevó a la cárcel. Allí, los sábados en la tarde, tenía lugar una reunión bíblica convocada por cristianos que visitaban a los detenidos. Para mí era la oportunidad de salir de mi celda durante unos minutos, pero para el Señor fue la oportunidad de hablar a mi duro corazón y abrirlo para que yo lo dejara entrar. Recibí el don, completamente gratuito, que Dios tenía preparado para mí, una ladrona: la salvación en Jesucristo. Lo acepté como mi Salvador y ahora es maravilloso poder despertarme cada mañana con Jesús en mi corazón.

       Aunque sigo en la cárcel, estoy más libre que nunca. Ya no oro por mi libertad, sino para que pueda permanecer aquí hasta que mi fe se haya fortalecido. Cuando miro mi vida pasada me pregunto cómo pude vivir un día sin mi Salvador.

       Como un creyente me dijo que debía compartir el don de la nueva vida con otros, hablé de la fe a mi familia. Ahora mi madre, mi padre y mi marido también tienen a Jesucristo como su Salvador personal. Doy las gracias a todos los que en el mundo entero proclaman el Evangelio y la Palabra de Dios. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud” (Gálatas 5:1).